El domingo 12 de junio de 1983 no pasó de ser en Chile, al menos en apariencia, más que un domingo corriente. Los diarios del día siguiente comentaban la reciente toma de posesión de su cargo del nuevo Arzobispo de Santiago Monseñor Juan Francisco Fresno. Se comentaba también la petición del Santo Padre a un grupo de peregrinos en Roma para que oraran por su próxima visita a Polonia. La opinión pública se preocupaba de la violencia que se estaba desatando en las jornadas de protesta.
Nadie, excepto un muchacho abandonado, pobre y desconocido, tuvo noticias de un hecho cuya trascendencia no podemos aun hoy apreciar en toda su importancia: la visita que en ese día iniciaba nuestra Madre Santísima a través de ese muchacho, para transmitirnos la palabra que Dios nos quiere dar a conocer en este preciso y crucial momento en que vivimos, en un lugar tampoco, entonces, conocido cercano a Peñablanca (V Región-Valparaíso-Chile).
Han pasado desde ese día 37 años, y pese a que por lo menos en dos ocasiones la noticia logró golpear la inquietud, o al menos, la curiosidad de muchos miles de personas que acudieron al lugar de las apariciones, la mayoría de los sucesos han sido conocidos solamente por un grupo relativamente pequeño. Pese a esto, la noticia ha logrado traspasar las fronteras y hay algunos miles de hermanos nuestros de otros países que hondamente conmovidos por los hechos nos acompañan en su conocimiento, en la difusión y en la devoción a Nuestra Señora La Dama Blanca de la Paz tal como Ella quiere ser conocida y venerada en dicho lugar.
Cumplidos ya los cinco años de apariciones (1983-1988), plazo que María Santísima indicó como duración de su visita, querernos recordar un poco lo que ha sido este período, a través de una sucinta relación de los sucesos más destacados, lo más importante es ciertamente el Mensaje: por esta razón se dedica un articulo especial a lo que María ha expresado a través del vidente; el Mensaje constituye obviamente el principal objetivo de su visita.
Como se ha dicho, esta se inicia el domingo 12 de junio de 1983, cuando Miguel Angel Poblete, el vidente, se encontraba de paseo por el lugar con dos compañeros.
En ese día, de improviso el muchacho se ve frente a una mujer de sobrenatural hermosura que se dirige a él con amor, con dulzura. Sólo él la ve y la oye; ante algo tan insólito sus compañeros dudan de lo que luego de terminada la visión, Miguel Angel les expresa.
Las primeras Apariciones (junio y julio de 1983) transcurren prácticamente desconocidas Son poquísimos los que se enteran y su reacción ante el hecho es dispar. Hay ya algunos lo más humildes, profundamente conmovidos, otros se burlan y se apanan. El suceso recién empieza a ser conocido del publico a través de algunas informaciones de prensa o de radio más de dos meses después.
En medio de impactantes y conmovedores mensajes. La visión se da a conocer como “El Inmaculado Corazón de la Encarnación del Hijo de Dios”, profunda y sublime definición de la Madre de Dios, nunca antes expresada: puesta en conocimiento de un sacerdote: el P. Luis Fernández. párroco de la parroquia del Sol de Quilpué, cercana al lugar de las apariciones, es lo que más lo convence de la realidad de lo que afirma el muchacho.
En un ambiente de mucha tensión política, marcado con sangrientas jornadas de protesta, la noticia de la Aparición se difunde rápidamente, y su impacto llega a la jerarquía de la Iglesia, lo que se demuestra por la investigación que ordena hacer de los hechos, a comienzos de septiembre, Monseñor Francisco de Borja Valenzuela, Arzobispo Obispo de Valparaíso, diócesis en la que se ubica el lugar de los hechos.
Y empieza la contradicción, la polémica; sobre 100.000 personas asisten a la aparición del día 29 de septiembre. Pocos días después, hechos oscuros, aún no aclarados, precipitaban una declaración negativa de Monseñor Valenzuela que atribuye todo a un fraude, pero sin ninguna prueba del mismo. Pero, los hechos continúan; en realidad Dios no necesita permiso de nadie para comunicarnos su Palabra. Con menor asistencia de público y con un ritmo de 3 a 4 apariciones por mes, nuestra Madre Santísima nos continúa transmitiendo el Mensaje en los últimos meses de 1983 y primeros meses de 1984.
Las pruebas más evidentes de su real presencia son el contenido de los mensajes y el gran número de conversiones que se producen, con un marcado aumento en la piedad y devoción de los asistentes. Pero Ella, conociendo la debilidad de nuestra fe, nos demuestra además su presencia con multitud de signos y hechos extraordinarios. Los asistentes son testigos de estos hechos asombrosos y casi no hay peregrino que no haya experimentado en si mismo el amor de nuestra Madre con conmovedoras pruebas de su Presencia.
Se pudieron contabilizar unas 480 apariciones, pero probablemente fueron más de 500. Después de la primera, generalmente se le avisaba cuándo ocurriría la siguiente. Ello facilitó la asistencia paulatina de personas las que en dos ocasiones, parece, sobrepasaron el número de 100.000.
Lo supo todo el país y la noticia se expandió por el extranjero. Desde los inicios los asistentes provinieron de los alrededores del sitio de las visiones. Pero a medida que los medios de comunicación y los testigos fueron difundiendo los sucesos, acudieron personas de todas las regiones del país y de naciones vecinas y lejanas, tales como Argentina, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador, Brasil, Honduras, Estados Unidos, Inglaterra, España, Japón y otros.
Algunos llegaron sólo impulsados por la novedad, pero otros por el deseo de estar más cerca de Dios y de Nuestra Señora. Niños, jóvenes, mujeres, hombres, ancianos, enfermos, religiosas, sacerdotes y curiosos de toda índole.
Los fenómenos ocurrieron a toda hora del día y de la noche. Se vio a millares de personas que, acompañando al vidente, hicieron numerosas vigilias de oración. El Monte se convirtió en un Santuario de Gracia donde desde entonces hasta hoy personas solitarias o en grupo han acudido por millares a meditar, orar, cantar y encontrarse con la sabiduría, fé, esperanza, paz, y Amor.